lunes, 9 de enero de 2012

Nuevo texto para 2º de bachillerato

Las manías del escritor
Detrás de cada obra hay un escritor, es decir, un hombre. En ocasiones es difícil adivinar qué clase de ser humano es el escritor, aunque lo intuimos por su obra y por los testimonios que nos han llegado de sus contemporáneos. No sé por qué, pero imaginamos a Cervantes como un tipo vital y aventurero; a Lope como un hombre atractivo y apasionado; a Quevedo como un ser ingenioso, pero con mala leche concentrada. Machado nos da la impresión de ser una buena persona (“soy en el buen sentido de la palabra bueno”, dijo de sí mismo), callado y un poco aburrido, con aire de profesor solterón y provinciano. Unamuno era el egocéntrico que siempre se escucha a sí mismo; ese tipo de persona que se queda hablando solo en las reuniones. ¿Y Juan Ramón?
El autor de Platero y yo es un caso ejemplar de artista que vive por, para y desde su obra, sin otro horizonte vital, sin otra preocupación. Era la típica persona inhábil para las cosas de la vida, para todo ese montón de faenas prácticas y cotidianas que diariamente tenemos que hacer los mortales. Imaginamos a Juan Ramón, allá en Moguer natal, como un niño enfermizo y reconcentrado, leyendo y soñando siempre, amigo del silencio y el retiro. Y luego, de mayor, siempre a la sombra de Zenobia, la única y absoluta mujer de su vida, la que le resolvía todos los problemas y trabajaba para aislarlo en el silencio necesario a su constante tensión creadora.
A Juan Ramón sus contemporáneos y discípulos lo consideran un escritor inmenso y un maestro, pero nadie dice de él que fuera una buena persona, un hombre de trato agradable. Por el contrario, era un ser lleno de manías y rarezas. Para escribir se encerraba a cal y canto en su habitación (a la que muy pocos pudieron acceder). En ocasiones, si tenía una visita que le importunaba, él mismo salía y decía: “Juan Ramón no está”. Cuando quería moverse por la casa y había alguna visita con su mujer, él pasaba tapándose con un biombo, con gran sorpresa de los invitados. Así elaboró su enorme obra en verso y prosa, una de las más extensas de la literatura española. Su forma de trabajar tenía una particularidad: las obras ya escritas no eran dadas por buenas y abandonadas, como hacen al mayoría de los escritores, sino sometidas a un continuo proceso de reelaboración, de forma que toda su vida estuvo escribiendo y rescribiendo sus textos. Pocos escritores han sido más admirados y seguidos que él. Todos los jóvenes poetas del 27 se consideraban sus discípulos y acuden a él como a un oráculo. Sin embargo, él repartía sus simpatías y antipatías de una forma arbitraria y, al final, terminaba enemistándose con casi todo el mundo.[…]
Fue un hombre de humor inestable y de trato difícil; vivió de una forma enfermizamente dependiente de su mujer, Zenobia; repartió sus antipatías de forma libérrima, ejerció su magisterio poético más como un tirano que como un maestro. Todo esto es verdad, pero… ¿qué nos importa hoy? Muchos -legión- puñeteros ha habido y hay en la raza humana; pero ninguno ha escrito esa Obra (con mayúscula como él la ponía) que le sobrevive y justifica.
(Publicado por Tomás Salas el 30/05/2009 - EL LIBREPENSADOR diario online digital)

Realice un comentario del texto anterior, conforme al siguiente guión:

Parte 1(relacionada con la estructura interna y contenido del texto)
a) Haga un resumen del texto propuesto.
b) ¿Cree usted que en nuestro país se conoce y se valora lo suficiente a nuestros genios literarios? Argumente sus opiniones.

Parte 2 (relacionada con la estructura interna y contenido del texto)
a) Explique qué tipo de texto es el que se ha propuesto y sus características.
b) Explique el significado de las siguientes formas y escriba una oración con cada una de ellas: adivinar, ingenioso, discípulo.
c) Haga un análisis sintáctico del siguiente enunciado extraído del texto: “A Juan Ramón sus contemporáneos y discípulos lo consideran un escritor inmenso y un maestro, pero nadie dice de él que fuera una buena persona”.

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